Dos años después de que mi hijo regresó al cielo, acepté la voluntad de Dios. Entendí que su partida del mundo material es solo un 'hasta luego' pronto volaremos en el vasto cielo junto con los que en la tierra ya no están. Aquello que creí una maldición o castigo, es más bien un regalo de amor, del propio Dios. Mi hijo, es un ser de luz que acompaña e ilumina mi vida mientras la llena de puro amor. El vínculo sagrado entre madre e hijo nunca se disolverá; somos aves hermosas unidas por un solo corazón. Mi fe y amor por mi hijo, me llevarán al más alto cielo, sin alas volaré, sin temores reinaré. Sebastián me enseña a amar como Dios manda, y así acepto su partida sin dolor y con agradecimiento; obtuvo su libertad espiritual y ahora reina en mi corazón. "Señor, sabías que él no podía volar y yo moriría en vida, si cayendo lo veía. A mi hermoso niño acogiste en tu casa y ahora es tu ciervo. Está cálido, seguro, amado y es solo bondad. Lo dejaste también en mi corazón engendrado porque el no me pudo dejar. Me supo en pena y te pidió acompañarme. Tú lo permitiste y su semilla dejaste en mi corazón. El me guía y me ama, quiere verme volver a ti. Señor tómalo todo; no puedo contra la corriente, tu bondad es paz, mi vida en ella. Toma las riendas y dame la paz. Abraza a mi niño, el es mi adoración terrenal, tuyo, que bendición!"